Nos mudamos:

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Artefacto de apertura de puertas.

Grité su nombre y casi inmediatamente escuché su voz; era la misma dulzura infantil y melodiosa que ya conocía. Nunca usábamos el timbre o el interfono, estábamos acostumbrados a llamarnos de esta forma. Incluso a veces podía jurar que sentíamos nuestra presencia; yo acercándome a su edificio, ella a la ventana que daba a la calle. Un minuto después apareció con su sonrisa y el brillo de esos ojos que siempre me hacían saber que le daba gusto verme.
-Hola, qué bueno que llegaste temprano- me abrazó -Subamos.
Ella siempre me dejaba verla pintar, tenía ese privilegio, no sé por qué. Ese día dijo que estaba trabajando en algo de Jimi Hendrix. La verdad es que por más que lo observé, nunca encontré la relación, pero no dije nada porque no me considero un gran conocedor de pinturas, además no estaba ahí para opinar o juzgar, sólo me gustaba verla en el preciso momento en que sus manos y su mente creaban algo bello. 
Nunca preguntaba, nunca charlábamos, sólo pintaba, preparaba sus materiales y pintaba. Por momentos parecía que ninguno de los dos estaba presente. A veces me sonreía, a veces le regresaba la sonrisa. A veces pasaba todo el tiempo sin mirarme, yo no la perdía un segundo de vista.
Aún soy capaz de recordar cuando nos conocimos y la manera en que nuestra amistad creció a la par de nosotros. Creo que siempre estuve enamorado de ella.
Una hora y media después sonó el timbre. Ella dejó el pincel sin pensar, ya sabía quién la llamaba. Salió del cuarto y utilizó el botón que estaba en la cocina para abrir la entrada al edificio. Por un momento me sentí especial, único; ella siempre bajaba a recibirme hasta la calle sin importar lo absurdo que pudiera parecer bajar y subir escaleras, con semejante artefacto de apertura de puertas funcionando de manera correcta.
-Llegaron por mí, terminaré esto después. Si quieres te llamo cuando regrese.
Le contesté que estaba bien y le pregunté a dónde iba.
-Saldré con Gerardo, lo conocí hace un par de semanas. Ahora somos pareja.
Sonreí y dije un par de palabras para fingir que me parecía una buena noticia. Dejé mi asiento de lado, la besé en la mejilla y caminé hacia afuera, solo. En las escaleras encontré al tal Gerardo.
-¿Qué onda? ¿Tú eres el que viene a ver como pinta, no?- Lo ignoré y seguí hasta la calle.
Caminé un par de cuadras y me detuve, me senté en la banqueta. Me sentía traicionado. Observé un momento el pasar de los automóviles. No fui capaz de entender cómo es que dejó su pintura inconclusa. 

2 comentarios:

ylosrinocerontesbostezan @gmail.com dijo...

Eso! Bienvenido seas y bienvenidos tus cuentos!

Atte Andrés

citlaltzin dijo...

Me encanta leer tus cuentos, los acabados y los inconclusos... Quieres que te cuente un secreto? .... Dicen que un cuento es realmente bueno cuando saca a flote algun sentimiento en el lector, el tuyo, como siempre acostumbras con tus palabras orales y escritas ... Me hizo sonreír :)

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