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Favor de devolver. Atn’ México


Perder es obra del tiempo, es la inconsistencia entre tener y luego ya no. Es aquel gritito fastidioso: <<la tenía, era suya y la dejó ir>>. Cuando la pérdida es colectiva, el vacío es aún mayor, cuanto más si es robo. Donde antes había apropiación, se traspasa la ausencia, de esa que duele, que indigna.

México sabe de ausencias y ha perdido cosas, de esas que se pueden tocar y extrañar aun sin saber que existían. Esto es una caja con objetos y causas perdidos, que eran de México, pero que se perdieron en el camino. Si saben de alguno, favor de no olvidar.

En el incendio de la cineteca en 1982, se perdió material fílmico invaluable. Cinco mil títulos de películas que de un día a otro no están más para darnos diagnósticos de nosotros mismos. Entre este acervo, los rollos de película, que por ocho horas fueron filmados durante la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco por un personaje contratado por el gobierno, Servando González, se perdieron entre llamas en la bóveda de la Cineteca. El registro de lo infame desapareció.

Mientras tanto, otros registros simplemente pasaron a otras manos. Se habla de que el copyright del himno nacional mexicano es propiedad de EU, al igual que la imagen de la virgen de Guadalupe (como ventilaría la Revista Proceso, cuando refirió el convenio de comercialización firmado por la Basílica de Guadalupe y la empresa estadounidense Viotran, mediante el que se vendieron los “derechos de propiedad” de la misma imagen que, cercana la fecha consabida, congrega a 5 millones de mexicanos en un mismo espacio -25 veces lo que reuniera Sir Paul-). 

Parece que fue ayer cuando perdimos la mitad del territorio; por supuesto, nadie se atrevería a conmemorar el resbalón de Santa Ana; queda para la historia. Pero en materia de territorios mutilados no es el único caso: registrada en 1864 en la carta Etnográfica de México, la isla Bermeja estaba señalada en mapas y documentos históricos que la localizaban a unos 100 kilómetros al nor-oeste de la península de Yucatán. INEGI y otras fuentes confirman que más bien se trata de una “isla fantasma”, una porción de país que nunca existió, pero que si existiera, generaría a favor de México un mayor espacio marítimo que el convenido en el Tratado Clinton-Zedillo, en el que se pactaron las fronteras marítimas en el Golfo de México, apenas en junio de 2000. Una isla que sólo ampliaría la soberanía marítima y representaría una zona con grandes yacimientos de petróleo no puede extrañarse porque en realidad nunca existió, dice la historia (consultar sólo la fuente de hoy).  

En innumerables batallas injustas, también se ha perdido. Se perdió cuando los acuerdos de San Andrés Larráinzar no prosperaron, cuando las elecciones de 1988 y de 2006 no fueron limpias, cuando no se enjuició a los responsables de las matanzas del 68, del 70, de Acteal, de Atenco y de todo escenario donde ha habido violaciones a los derechos fundamentales. Se ha perdido la soberanía para alimentarnos, para transportarnos, para comunicarnos e informarnos, para decidir sobre nuestros acuerdos comerciales, sobre nuestras estrategias de seguridad o sobre nuestros espacios sagrados. Ni los ferrocarriles, ni las minas, ni las costas, ni el penacho de Moctezuma nos pertenecen ya; fueron entregados y los hemos perdido. Y en el recuento de lo perdido, acuso a los mexicanos de agachados y los compadezco por ser saqueados. Somos los despojados, los del agravio en la frente, los que hemos perdido. Si a este recuento llega un día la memoria, entonces sí, entonces ya no quedará nada más que perder. 

1 comentarios:

Magos dijo...

Me late cacahuate...
Me perdí en el cierre, pero me encantó ese llamado a la memoria, esa recuperación de las pérdidas que nos pierden.
Abrazo!

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