Nos mudamos:

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Viejos amigos

Salimos del Hotel y nos sentamos en una jardinera cercana. No le gustaba fumar en la habitación, decía que una vez que estaba satisfecha, se sentía sucia si permanecía desnuda a mi lado, que éramos de alguna forma como hermanos. Hemos repetido esta rutina desde la secundaria, desde hace casi 20 años. Ahora ella está casada y tiene dos hijos, trabaja para un político famoso y yo detesto su manera de ser, siempre la he detestado. Ella representa todo lo que odio, representa contra lo que lucho.

― ¿Ya tienes que irte? ― me pregunta, usando ese tonito burlón. Le contesto que aún tengo un par de horas y me invita a comer.

― No te preocupes, yo pago, sé que no te va bien pero la verdad es que salvar al mundo no deja dinero― Sin contestar, enciendo mi propio cigarro, sólo fumo cuando ella me acompaña. Somos como un viejo vicio para el otro, una adicción férrea y grosera. Es siempre sexo, sólo inercia y carne.

Ella piensa que soy estúpido, perdedor, un adolescente eterno. Yo pienso que es corrupta y mentirosa, ignorante y vulgar. Aún así no puedo dejar de contestarle el mensaje que nos llevará al mismo cuarto de hotel de hace tanto tiempo para calmar la necesidad.

― Mira el licenciado va a ganar la gubernatura del estado, por la buena o por la mala, de eso no hay duda. Si quieres y estás dispuesto a dejar esas cosas de hippie, te puedo conseguir un trabajo― su mano toca mi pierna, puedo sentir que fluye desde ella algo muy similar a la compasión, quizás al amor ―Después de todo somos viejos amigos ¿no?― Decido fingir que no la escucho, el humo del cigarro me mantiene sereno. Le hago una seña con la cabeza y ella saca de su bolso la llave que abre el auto color negro producto de su trabajo. Diez minutos después estamos sentados en el mismo restaurante pequeño al que vamos cada vez que nos reunimos.

― Las cosas se pondrán feas querido. El licenciado no va a permitir pendejadas como las del grupo que manejas. Se ha estado hablando de desaparecerlos a todos, echarle la culpa al narco, ya sabes. Yo puedo ayudarte, sacarte de problemas, pero debes convencer a los demás que dejen eso. A la larga ese pedazo de tierra nos dará más ganancias a todos.― Yo mantenía la mirada en mi plato, silencio es todo lo que ella obtendría de mí.

―Estos tipos son los verdaderos poderosos, déjame ayudarte ahora que estoy tan cerca de ellos. El próximo sexenio el licenciado seguro será considerado para ser presidente. Ya madura, esa lucha no tiene futuro. Ésta es tu última oportunidad de cambiar.

Cuando terminé de comer, me levanté. Ella miró mi rostro sorprendida, sabía que me iría. Me tomó por el brazo y murmuró a mi oído. ―Si te vas, te prometo que no me vuelves a ver.

La puerta del restaurante se cerró detrás de mí. Una lágrima cayó de mi ojo, sólo pare recordarme que ella siempre cumple sus promesas.



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