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El surrealismo hecho llaverito

El llaverito en forma de pipa, cortesía de Magritte, la postal con Las Dos Fridas y la funda para Ipod con La Noche Estrellada de Van Gogh son la obra de arte cotidiana. Más allá de la experiencia mística a la que el arte pueda o deba llevarnos, una de sus facetas responde a las consabidas formas económicas de producción, distribución, circulación y consumo, que detona en las consecuencias perversas del arte sobre ruedas.

Me gusta pensar que la función del arte es la de despertar sentimientos y con suerte, uno que otro pensamiento crítico, pero tanto como el protagonismo irresponsable de la violencia en los medios nos hace inmunes a sentir indignación por ésta, el bombardeo casual de “lo artístico” es proporcional a la inmunidad ante ciertos mensajes del arte.

Ya insistía el propio Magritte “Esto no es una pipa”, a lo que reaccionamos haciéndonos nada menos que de una pipa a manera de souvenir con la leyenda impresa “Yo sí fui a la exposición y tú no”. ¿Habrá el maestro Korda obtenido regalías cuando su inmortalizado Che fuera la imagen principal en la campaña aquella de Habana, Furor? (Véase hippies del mundo, uníos, una imagen recorre el mundo, es la imagen del Che Guevara). Qué tal Beethoven componiendo su Novena Sinfonía como la banda sonora de esas violentas imágenes que Alex es obligado a ver en la Naranja Mecánica de Kubrick (Véase Técnica de Ludovico). Otro ejemplo, es la imagen de hoy en los billetes de 500 pesos, discutida arduamente al interior de la Junta de Gobierno del Banco de México en el más puro ánimo de reconocer el arte nacional y el pensamiento femenino; tal como la pintora hubiera querido; claro. Mi empeño en no culpar a doña Frida de Rivera por convertirse en “Frida KomprHALO” -la internacionalmente venerada mártir que derrocó al Gral. Zaragoza-, a Magritte por la comercialización de recuerditos surrealistas, a Beethoven por materializar una técnica de tortura, ni a Van Gogh por someterse a managers aprovechados después de suicidarse, pone en la mesa el tema de la intencionalidad del artista.

Del caballete a nuestras memorias hay un largo camino, en el que la fetichización de la obra es en buena parte responsabilidad de quienes la consumen. Sin duda, hay un antes y un después en la forma de estar en contacto con el arte; los aportes y perversiones de las técnicas de la gran industria tienen todo que ver en ello.

“T.D Lemon 1900” es el protagonista de Novecento, obra de Alessandro Baricco ambientada a principios del siglo XX, que narra la historia de un pianista como ningún otro. Rescato el peculiar pasaje en que 1900 estalla de ira cuando escucha su propia interpretación al piano por medio de una grabación. La reacción no está fuera de lugar, la reproducción de su música - hasta entonces inmaculadamente propia e irrepetible- condena su originalidad y reta su condición humana como ser creador (imagino a Van Gogh frente a una impresora copiando a granel sus autoretratos…).

Dejando por un momento de lado la gustada discusión de qué es arte y qué no merece la etiqueta, un diagnóstico contemporáneo de la relación hombre-música revelaría una curiosa filia por coleccionar. Repetir la música tanto como los recursos lo permitan, descargarla, guardarla, TENERLA (me pregunto si en ello radica el éxito del “Rock Band” y Cía: descubrir, reproducir, escuchar los colores para su respectiva apropiación).

Evidentemente, muchas son las ventajas de reproducir, pero el fenómeno no deja de ser una paradoja. La sobreexposición desgasta cualquier sentido y siendo ésta una de las estrategias preferidas del mercado, su indiferente lógica pone en entredicho la mítica intencionalidad del artista, en medio de la vorágine de recursos a su alcance, queda tan vulnerable como armada.


2 comentarios:

ylosrinocerontesbostezan @gmail.com dijo...

¿Y que pasa con el arte invendible? ¿El arte invisible? ¿ El arte inaudible?
Aquel que nos recuerda que el arte se encuentra en nuestra relación con los objetos y/o imágenes y no en estos. El arte exigente. Hablas de que la sobreexposición desgasta cualquier sentido ¿ Sentido desde donde? EL arte es una experiencia, y justo en este aparador resplandeciente de arte mercantil no serán justo las obras en cuyo diseño este la ruptura de sentido a partir de generar una oportunidad estética hacia otra dimensión de la experiencia las que pasen bajo el radar o justo frente las narices de la industria cultural sin que nadie las moleste. (la poesía sigue intacta....una vez me lo dijó Donovan borracho...y borracho yo también estaba)
¿Crees que el mercado será capaz algún día de hacer souvenirs de la experiencia silencio (Vease 4´33´John Cage)? ¿Y no el mismo Duchamp se habrá adelanto a la absura idea de souvenirs con sus objetos-arte-neutralidad electiva (Vease ReadyMade)?

Bolivar Echeverria una vez declaró en clase: -El problema no es vender, o venderse, el mercado es mas antiguo que las relaciones de dominación capitalistas, el problema es el mensaje- Y el mensaje esta justo en esa lógica de los objetos que mencionas que en todo momento nos repite y retumba: ¡No somos nada! ¡No somos nada sin este sistema!
Pero en todo momento nos atraviesan sistemas más profundos, silenciosos, incomprensibles y no tenemos acceso a ellos por que estamos acostumbrados a que los objetos nos hablen y sean estos los que nos salven y comiencen su proceso de transformación. El arte es el guardián de las metamorfosis y en este mundo utilitario las metamorfosis son tan temidas y rechazadas que son invisibles.

ylosrinocerontesbostezan @gmail.com dijo...

Oh se me olvidó, Soy Andrés el que comentó arriba...

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