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I had a woman

Nadie creía en ella, o quizá sólo yo. Su estado de salud mental y su aspecto físico no beneficiaban la percepción que la gente tenía de ella, menos aún el psiquiátrico donde permaneció internada desde sus 27 años.
La razón de su estancia en el psiquiátrico no era muy clara, decían que sufría de un trastorno esquizotípico de la personalidad, sepa la fregada qué es eso. Sólo sé, por lo que las enfermeras me comentaban, que esa enfermedad estaba clasificada en un grupo en donde se ubicaban los desórdenes excéntricos o raros. 
La conocí cuando tenía 20 años, como no quise estudiar mi mamá me consiguió una plaza de intendencia en el hospital, cosa que no me agradaba en lo absoluto y menos aún por la peculiaridad del lugar, pero me acostumbré y hasta logré ocupar varios puestos que sin validez oficial dentro de la institución, llegaron a ser de mucha importancia.
Fui íntimo confidente de algunos internos, personal de seguridad por si alguno se quería escapar o se negaba a tomar sus medicamentos, amante de las del turno nocturno de enfermería, paño de lágrimas de los incomprendidos y algunas veces, hasta de psiquiatra la hice. A todo se acostumbra uno. 
Pero ella fue especial, no requería de ninguno de mis múltiples oficios y honestamente, me alegraba porque en el fondo me daba miedo su apariencia. Era alta, con un cuerpo cuyas excentricidades le daban la razón a su historial clínico, su cabello era rizado y blanco, su piel era tan blanca que se alcanzaban a ver sus venas, y su marcada delgadez me erizaba la piel. Esto sin mencionar lo profundo de sus ojos azules, tan profundos que si la mirabas fijamente por algunos segundos, podías ver su interior. Además, llevaba varios tatuajes que luchaban por no sumergirse en los pliegues de su arrugada piel, tatuajes realizados con una perfección que nunca más volví a ver.
Nuestra relación comenzó unos días antes de su muerte, ella tenía 70 años pero su supuesta enfermedad la devoró de tal forma que parecía de ochenta.
Fue un viernes del mes de abril, ese día me asignaron la limpieza de su habitación y para sorpresa mía, ella rehusó salirse, dijo que no confiaba en mí y que en sus sueños había visto que yo iba a ser motivo de su muerte. Yo pensé -vieja loca, con razón está aquí- y me puse mis audífonos, le subí el volumen y decidí ignorar su tenebrosa presencia.
Su cuarto era totalmente blanco, no había posters, fotos ni recuerditos, sólo un libro sin carátula que utilizaba como folder; casi no había nada y lo que había estaba limpio: la viejita era demasiado pulcra.
Como sabía que mi presencia le molestaba, empecé a cantar en voz alta, this is the end, my only friend the end… I’ll never look in to your eyes…, también limpiaba minuciosamente cada parte de su recámara, todo para hartarla, hasta que llegó la canción que cambió el orden de las cosas Lord, I had a woman, Lord knows she was good to me in every way…- ¡CÁLLATE DESGRACIADO!¿Qué sabes tú de música? Lárgate, ¡me estás matando!-me gritó y todos entraron al cuarto corriendo, me sacaron casi cargando y de tanto alboroto, no me di cuenta de la sangre que fluía de mi nariz como manantial.
Me sentí como un trompo, estaba tan mareado que pensé que me habían drogado. Tres días más tarde al reincorporarme a mis actividades, la fui a buscar. Entré en su habitación sigilosamente y al cerciorarme de su presencia, dejé una grabadora en el piso con la misma canción que ocasionó tanto alboroto Lord, I had a woman, Lord knows she was good to me in every way, yes I had a woman, a real woman, Lord, she gave me love…
Y salí corriendo, doblándome de risa de mi venganza, escuchando su cuerpo azotándose en la pared, su llanto incontrolable y la destrucción casi imposible de la grabadora que dejé, -bien merecidito lo tiene- pensé.
Pero yo sabía que la venganza no estaba en mis manos y las consecuencias de mi venganza se vieron tan sólo unas horas después, cuando me mandaron a llamar de la dirección. Me dijeron que Mary –así se llamaba- estaba al borde de un infarto al corazón, pero que se encontraba estable, lo cual debía agradecer porque su muerte hubiese significado mi despido. –Quiere verte- me dijo el doctor y sintiendo el sudor en cada uno de mis poros, fui a verla.
Cuando llegué, me pidió que me acercará, me tomó de la mano y me dijo –cállate, no digas nada o te juro que me muero y pierdes tu trabajo, lo que te voy a contar es verdad, tienes que creerlo y si no, sigue creyendo mentiras. Primero, tengo que preguntarte algo, esa canción que cantaste la otra vez y que luego pusiste en tu grabadora ¿por qué lo hiciste? ¿sabes algo de mi?- yo le respondí que no, que la puse porque me gustaba Jimi Hendrix, porque lo consideraba el mejor guitarrista de la historia de la humanidad y que esa canción era mi favorita, -bueno bueno, dime, si tanto te gusta ¿cómo se murió?- me preguntó, -pues ahogado en su propio vómito, ¿o no?- le respondí, -pequeño imbécil, sabía de tu estupidez, no temes en esconderla pero no sabía que llegara a esos límites. Estás equivocado, cállate y acomódate bien, después de que haya terminado de hablar, sales despacio del cuarto y tomas el libro de mi habitación, para que veas que no miento, y no regreses porque estaré muerta-. Así que me acomodé en la silla que estaba a un costado de su cama y guardé silencio.
Nos conocimos en 1966 y puedo asegurarte que la atracción fue inmediata. Fue una noche en el Cheetah Club, su fama empezaba a extenderse pero aún no era de tal magnitud como lo fue después. Yo estaba en el público, con un vestido azul y con una banda en la cabeza, esa noche Jimi tocó con la guitarra que su papá le obsequió, una SuproOzark y bueno, después de hacer del pequeño escenario un edén psicodélico, bajó a tomarse un trago justo a mi lado. Lo que pasó después es cosa que no te será revelada, sólo puedo decirte que su piel era la de un místico peón mulato y yo era una erguida reina color marfil, en espera de cazarlo por todo ese tablero de ajedrez en el que se volvió nuestro mundo.
El éxito que le vino después fue por mi ¿sabes?, yo conocía el negocio de la música mejor que nadie, fui yo la que le presentó a Noel y a Mitch, fui yo la que le dio la idea de quemar una guitarra en el escenario del Monterey International Pop, fui yo la que le dio la idea de tocar la guitarra con los dientes, yo era su ángel, su inspiración, today is the day for you to rise, take my hand you’re gonna be my man, you’re gonna rise… fui yo la que hizo de Jimi un inmortal y fui yo la que demostró que no lo era ¿cómo ves chamaco? ¿crees que esto es mentira?
Decidí alejarme de él por unos años y no tengo la menor duda que lloró por mi ausencia, and the wind cries  Mary, me fui porque no pude soportar el peso de su fama o más bien, porque mis ojos jamás habían visto algo tan inefable en este mundo, el peón había llegado a la última casilla y era tan poderoso como yo.
Me fui, más no dejé de seguirlo, me había convertido en una fanática de mi propia creación. En cada concierto estaba yo, confundida entra la multitud, siendo testigo de aquella monstruosa neblina que se elevaba cada día más, hasta que me cansé y… bueno, decidí acabar con su inmortalidad.
La noche después de su concierto en el festival de la Isla de Wight, lo alcancé en el hotel en donde se hospedaba en Notting Hill y me oculté en su departamento, esperé a que se fuera Monika, su nueva adquisición y entonces hice mi aparición. Jimi no podía creerlo, no sabía si estaba alucinando o si era real, así que toqué su cara Can yousee me baby? I don’t believe you can’t see me. Lo besé e inmediatamente empezó a cantar la canción que horriblemente cantabas tú Lord, I had a woman, Lord knows she was good to me in every way. Cuando terminó de cantar, acaricié su cabello y me fui, salí corriendo del hotel, escuchando sus gritos ¡Queen jealousy!
Y toda la mentira empezó a salir, que si murió ahogado en su vómito, que si lo mató su manager, las contradicciones de Monika… quizá tenían un grado de veracidad, pero yo fui la razón principal de su muerte, mi sola presencia lo mató… ¿Inmortal? Para nada, échec et mat. Nadie sospechó ni sospecha de mi, nadie me creyó y ante esta absurda incomprensión, llegué aquí, por voluntad propia. La gente no cree en la verdad, le gusta creer en la mentira.Bueno, ya lo sabes, lo crees o no.
Mary soltó mi mano y me dijo que me fuera. Yo salí de la manera más normal posible, caminé lento, con las manos en el bolsillo y a medio pasillo me detuvo el doctor, -¿está bien Mary?- me preguntó, -si, me dijo que gracias por la canción, que ya puede descansar- le respondí.
Cuando llegué a su habitación, abrí el libro y cayó una foto. Era ella con Jimi Hendrix, él con su guitarra en la mano y ella con un vestido azul y una banda en la cabeza.
Diez minutos más tarde, Mary murió. 




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