Nos mudamos:

www.ylosrinocerontesbostezan.com

Lucero

-Éramos muy unidas- decía. También decía lo mucho que la extrañaba,  las noches de insomnio,  los recuerdos y todas esas cosas que la verdad no me importaban.

Yo la vi por primera vez en mi clase de teatro. Su nombre es Lucía o Lucero, no lo recuerdo. Nunca charlamos, nunca nos hicimos amigos, por eso era más raro que de pronto haya decidido contarme su asunto. 

Nunca he sido muy sociable, pero éste era sin duda el peor momento. Sentado en las escaleras del metro San Cosme, ansioso, con el celular renuente a sonar. Ella no entiende eso, no lo sabe, por eso sigue hablando, por eso no la callo, porque es más sencillo fingir que le doy atención a explicarle por qué no puedo dársela.

-Éramos perfectas, almas gemelas- decía. Miro la hora, nada aún. Apareció al fondo del pasillo, cruzó los torniquetes y me vio. Ya tenía lágrimas en los ojos, lágrimas que intentaba disimular. Me preguntó si era el de la clase de teatro, al parecer no recordaba mi nombre. Escogió el mismo escalón que yo y a mi lado rompió en llanto.

Al fin, la vibración y el sonido que llevaba esperando por casi dos horas. Le dije a Lucía o Lucero que me esperara un segundo. Me alejé lo suficiente para que no escuchara mi  conversación.  Cuando regresé con ella me sentía muy solo y ella brillaba, ella era la única que podría comprender. Tenía el rostro clavado en las palmas de sus manos. Me abracé a ella, ambos lo necesitábamos. Estuvimos en silencio mientras el mundo continuaba frenético a nuestro alrededor.

Eran las 8 de la noche, los niños de la secundaria anexa comenzaron a desbordar la estación; gritos, risas, felicidad, esas cosas que no eran compatibles en ese momento ni conmigo, ni con mi compañera. Mi celular volvió a sonar. Me alejé de nuevo.

-¿Todo bien?- Cuando volví a ella preguntó que si todo estaba bien. Yo no quise contestarle, me desmoronaría.

-No importa si me cuentas, yo te he molestado con mis cosas. Puedes desmoronarte, eso es lo que ella decía realmente. Puedes deshacerte, quemarte conmigo, quemarnos juntos en nuestro sufrimiento, es lo que realmente decía. Ella y yo éramos muy unidas, pero ahora tú y yo lo seremos más, es lo que me estaba diciendo.

Le dije que si quería salir a tomar algo, ella me miró sorprendida, incrédula. Interpreté que su respuesta era sí y comencé a subir las escaleras. Ella me siguió sin decir una palabra.
Afuera estaba el cielo oscuro, la calle iluminada y ella y yo muy solos. La tomé de la mano y seguimos caminando.

***

Me tomó de la mano y seguimos caminando. Su celular sonó una vez más. Esta vez no se alejó para contestar: -¿Qué pasó?- a partir de ahí sólo escuchó y cuando supongo que la otra persona terminó de hablar, guardó su celular en la bolsa. Su rostro palideció, contuvo sus lágrimas y su mirada se perdió en el camino -Me llamo Lucero, por si lo olvidaste- mis palabras le devolvieron color. Apretó mi mano y aún sin mirarme  me preguntó si quería café o cerveza.

-No estoy de humor para café- le dije, a pesar de que odio la cerveza.

0 comentarios:

Publicar un comentario