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Los Don-nadie

He pasado días enteros pensando ¿Qué puedo escribir sobre los vagabundos? Un tema plagado de posibilidades y explorado por todos. En algún momento de nuestras vidas hemos hecho comentarios negativos, positivos, en defensa o en contra de ellos, pareciera que hay tanto que decir; sin embargo, cuando te toca escribir unos renglones de forma seria ya nada parece seguro.

Una tarde me encontraba sentada en el camión, pensando: ¿qué carajos puedo escribir? ¡qué tema tan complicado se ha elegido! Es algo tan concreto, “los vagabundos”. En ese instante frente a mí, pasó una vagabunda, la reconocí de inmediato: es de aquellos personajes que con el paso de tiempo se hicieron parte del paisaje cotidiano del centro de Tlalpan. Entonces comencé a recordar y a reflexionar de qué manera estos personajes se hacen presentes en los paisajes cotidianos, pasando a ser parte esencial de cada espacio de la ciudad. Todos y creo que sin excepción, reconocemos alguno en nuestra vida cotidiana, ya sea por su apodo, su aspecto siempre tan particular, por su rutina diaria, o por alguna frase que lo caracteriza.

Ahora que lo pienso, una de las cosas más interesantes de estos personajes es la libertad con la que se apropian del espacio y del tiempo. Nosotros, los de aquí, los que vivimos en la realidad, sí, nosotros los cuerdos, vivimos cada momento e instante “como se debe vivir”, “de forma apropiada”. ¿A cuántos de nosotros no nos dijeron de pequeños "compórtate como se debe", "éste no es un lugar apropiado para que tú..." "¡hay lugar y espacio para todo!"?

De esta manera, poco a poco aprendimos que en la iglesia no se podía correr, que a la escuela se iba con uniforme, que cuando tu madre te ponía un vestido no podías revolcarte en la tierra aunque todos los demás niños lo estuvieran haciendo, que no podías jugar en los charcos de agua aunque te murieras de ganas por hacerlo.

Así, cuando llegamos a la “edad adulta”, con todas esas reglas de conducta refundidas en lo más profundo de nuestros subconsciente, nos es casi imposible decir lo que sentimos; sin culpa o pena, somos incapaces de bailar en una fiesta si no sabemos los pasos correctos; somos incapaces de  tantas cosas que nos restringimos por días hasta que llegan los viernes, cuando saltamos, gritamos y desmadramos todo en ese pequeño lapso que dura la fiesta; o nos esperamos  hasta que  la última gota que derramó el vaso se haga presente, para demostrar nuestro enojo o tristeza, y eso en el mejor de los casos, porque si no, nos acostumbramos a suponer que no sentimos, no pensamos, no deseamos.

Nunca hacemos nada más allá de lo pre-diseñado, y ese hecho pasa desapercibido hasta para nosotros mismos, de tal suerte que acabamos siendo aquellos “hombres de gris”, con su traje gris, su pluma gris y cuaderno de apuntes gris; reducidos a un simple número, a hombres sin rostro, de esos que Michael Ende ya nos advertida en Momo.

En cambio, todos estos personajes (vagabundos, mugrosos, supuestos do-nadie) por una u otra razón, decidieron vivir en esa otra dimensión sobrepuesta a la nuestra, en donde el tiempo y el espacio se diluyen, en donde las reglan se trasforman, en donde los miedos son otros  tan diversos y confusos; es así como los vemos durmiendo en donde se supone es un paso peatonal, diciendo lo que sienten a gritos en medio de la gente, cargando su vida en una morral sucio y mal oliente, comiendo de las sobras de los demás, coleccionado cosas que a nosotros nos parecerían absurdas, apropiándose de los espacios públicos de una manera casi romántica. A comparación de nosotros, los “hombre de gris”, estos personajes pasarán a la historia como anécdotas picarescas que andarán de boca en boca; su  forma de vida será recordada como parte esencial de los domingos familiares o de los paseos nocturnos; pasarán a ser parte de las leyendas que caracterizan la historia de la vida urbana.

Y ahora sí la pregunta es ¿quiénes son los don-nadie?



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Nidia,

Muchos vagabundos seguramente no lo son por que así lo hayan decidido. Sólo son cosas que pasan, tal vez no se le presentaron las mismas oportunidades como a muchos otros, como tener unos padres que te alimenten o que te eduquen.

Es cierto lo que dices, que la sociedad impone ciertas reglas o normas sobre cómo debe comportarse un individuo; sin embargo ¿cómo sería una sociedad sin ese modelo? tal vez me imagino un escenario caótico, donde no se puede convivir o tal vez otra cosa. No lo sé.

Con la palabra Don-Nadie, lo primero que me imagino es a alguien que pasa desapercibido, sin sueños. Alguien que "no vale nada". No conozco a ningún vagabundo, se me haría injusto que alguien lo señale como Don-Nadie sin conocerlo al menos.

En cuanto a los "hombres de gris", habrá que ver porque tienes, tal vez, una percepción de ellos como hombres sin identidad propia o como un número más, dentro de esta sociedad. Mucha gente se adapta a las normas de cómo vestir en un trabajo. Soy una de las personas que cree que, a base de disciplina y trabajo, consigues cosas que quieres, cosas que te hacen feliz.

Me gusta como piensas, puesto que ves las cosas desde una perspectiva diferente a la mía.

Saludos y un abrazo
Alan Gutiérrez

PD No creas que me olvido de ti, de hecho muy seguido te recuerdo, tal vez si respondieras mis mensajes... bueno, de todas formas me sigues debiendo el libro que me ibas a prestar. No se te olvide.

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