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Masturbarse a los 11

- Nena, tú podrías ir a Marte, a las estrellas si así lo quisieras - le dijo el gordito a su nena. Estaban sentados en el sofá y la nena, Laurita, sintió un estremecimiento en sus entrañas.

Todos (como público) nos preguntamos en ese momento cómo una nena de 11 años puede tener ese auténtico calambre que producen el coraje y el odio.

- Tus palabras, tío, me pican las costillas, me dan náuseas. Tío Joy, Joy 'el gordo' como te dicen.

- No es obesidad mórbida, nena, sólo es una condición que yo tengo: ser gordito. En cambio tú, tan nena, tan joven, con aquellos pechitos que apenas brotan a través de tu blusita blanca de uniforme, podrías llegar a donde quisieras, altísimo. Podrías ser modelo, serías famosa. No me cansaré de decírtelo, mi amor.

Nena se retira de la sala de estar, lleva la charola con restos de comida al lavadero. Una esfera compuesta de una sustancia dura y negra y bastante pesada le palpita en el centro del cuerpo, a la altura del ombligo. Ella no quiere ser famosa.

Yo cuento esta historia porque es importante.

Nena se levanta todos los días a las seis de la mañana. A las siete y media menea a tío Joy para que la lleve a la escuela. Siempre llega a la primaria un poco tarde.

-Lo que pasa es que tío Joy tenía que tomarme unas fotos y se durmió tarde ayer.  Dice que mientras más pronto me conozcan en el medio, mejor me va a ir en el futuro. Hoy en la mañana lo tuve que esperar a que terminara de acomodarse el cabello para traerme.

La maestra deja ir el tema omitiendo su opinión. La clase continúa:

- Laurita tell us please, how does your house look like?
- Well miss Araceli, my house is big, we have four bedrooms. The front door is green.

- Do you have a garden?
- No miss, we don't have a garden, but I can look at the park from my big window.

- And who do you live with there Laurita?
- I live with my uncle Joy.

- And your parents?

La clase se calla

- I don't know miss

La nena regresa sola de la escuela, tío Joy no está y ella se limpia, se quita los zapatos y se encierra en su cuarto. La cama siempre está alineada a la gran ventana que da al parque. Un hombre se deja ver entre los arbustos que delimitan la cuadra. Laurita se asoma y lo observa, cuidando no interferir con lo que parece un ritual de buenos días en la fuente. Un ritual que consiste en enjuagarse la cara, estirarse con los brazos en alto y, con cuidado, ir quitándose los pantalones....

- ¡Ah! - Laurita reacciona con un gritito ante la imagen y se queda inmóvil con un poco de miedo. Tengo que decir que no deja de observar.

El hombre del parque parece no tener vergüenza en absoluto y aunque (tengo que decirlo) nota que la niña lo observa, él simplemente continúa con su rutina de higiene.

Al otro día Laurita llega de la primaria. El tío Joy la saluda con ánimos de platicarle, pero ella se dirige a la habitación casi sin detenerse.

- ¿Por qué siempre me dices que es malísimo dormir en las tardes? Estoy cansada, hace calor, voy a acostarme un rato. - Ella se descalza, deja la blusa a un lado y, ya en la cama, mueve la persiana hacia arriba, quedando expuesta ante el parque.

Busca a través de la ventana al hombre sin pantalones.

Grande es su sorpresa al verlo más cerca, pero esta vez acostado y cubierto con una cobija. Directamente mira a la niña, quien (tengo que decirlo) percibe un movimiento rítmico en la parte que se alcanza a ver de uno de los brazos.

Sin embargo, ninguno de los dos se exalta esta vez. La pequeña Laurita siente en sus entrañas un ardor que nada tiene que ver con el coraje y con el odio que (pensamos) ya conoce.Y el vagabundo acelera el ritmo de su masturbación.

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