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Re-aprendiendo de estremecimientos históricos en resistencia


Movimientos en des-aprendizaje son nuestros puntos de partida para resaltar la importancia de realidades que se construyen en resistencia desde heterogéneas  y silenciadas  con-vivencias del nosotros. Nosotros arraigado a la tierra, a sus ciclos, a sus procesos, a sus tiempos, a sus espontaneidades  localizadas singularmente en colectivas geografías y corporalidades. Nosotros que siente, escucha, comprende, se juega con potencias de mortal regeneración dinamizadas una y otra vez en el estar siendo madre: nuestras tierras, nuestros aguas, nuestro aire, nuestras semillas, nuestras siembras. Dimensiones de respeto y vida donde brilla la insignificancia de la individualidad al verse recreada desde nosotros, porque ese  nosotros no remite a un contrato, a la compra-venta de una superficie de terreno, a la propiedad sobre algo o alguien, a la objetivización. Acá los objetos no existen; se trata del  nosotros árbol, nosotros lluvia, nosotros milpa, nosotros sentidos, nosotros escucha, nosotros aprendizaje,  nosotros risas, nosotros afirmación, nosotros resistencia, nosotros dignidad, nosotros justicia, nosotros democracia, nosotros autonomía. 

Qué sucede cuando todas esas dinámicas se ven sangrienta e hipócritamente interrumpidas por intereses mezquinos. Intereses de Hombres Blancos, Europeos, Cristianos y Heterosexuales que comienzan a sembrar los bárbaros cimientos de Una Linealidad Histórica Conquistadora (Colonial-Moderna-Posmoderna) batiéndose contra “salvajes”  que, “Careciendo de Religión, Historia, Conocimiento, Derecho, Propiedad, Organización Política y Cultura”,  que eran un estorbo entre el mundo de abundancia que perseguían en búsqueda de riquezas por acumular para su final conquista y apropiación. Colonización de espacios que posibilita, en prolongación histórica, la “naturalidad” con que hoy día tan seductora y cómodamente se asume la colonialidad del tiempo; a través de nuevas formas desterritorializadas y neoliberales de heterárquica globalidad imperial, en tiempos contemporáneos de “Democracia” y “Libertad de Mercado”, en los que queramos o no, habitamos.

Mediante cuantiosas empresas  “Heroicas” de conquista y colonización violentas ― por donde se quiera abordar al partir de sentires y vivencias desde abajo pero que a Ojos de esa “incorporéa” instancia de Abstracta Universalidad, “Civilizadamente” iban ejerciendo el requerido sometimiento de fuerzas de trabajo y recursos naturales―,  asentando los fundamentos de su “Superioridad” con base en el desarrollo técnico que imperios europeos habían venido amasando. Así,  un sórdido lema emerge ―con las concomitantes prácticas de desposesión en lo efectivo: «progreso es hacer a los otros pueblos semejantes a nosotros», convirtiéndose en la meta que, vía la Verdad Científica de las Ciencias Sociales, todo cuerpo social debía perseguir. 
De esta manera se iba sembrando, según Nelson Maldonado-Torres, la “no ética de guerra”, en tanto constante que permanece hasta nuestros días ; sólo que eufemizada, o paradójicamente encubierta por prácticas Re-productivas atadas a las ficciones de retóricos Discursos de Política, Educación, Justicia, Libertad, Desarrollo o Derechos Humanos. Esto convertía atropellos, engaños y vejaciones en lo indicado por el deber ser de un jerarquizante principio organizador etnorracialmente elaborado que imputó  la dispensabilidad de “los otros”  por su color de piel, por sus formas de vida, por la oralidad y simbolismo de sus saberes. 

La No-ética de guerra fue fácticamente diseminándose, penetrando, filtrándose, convirtiéndose en “propia” para terminar Normalizándose en cada forma de relación, en cada significado semiótico, socio- histórico, eco-político. Así se buscan y prologan la mono-lógica aceleración de tiempos con producciones masivas o el insaciable deseo acumulativo-consumista y, valga enfatizar, disociado de los residuos, efectos y consecuencias que este incesante “Progreso”, “Modernización”, “Desarrollo”, “Democratización” trae consigo a los periféricos lugares e historias locales desde los que nos enunciamos y en las que habitamos.
Uno va aprendiendo y se corrige, el problema es que nos han hecho creer que ese aprendizaje se acaba en algún momento de vida o que se finiquita con la obtención de un grado, con el fin de unas líneas o que la corrección se Posee con Terapia o con el acatamiento Legal o sus prolongaciones Normativo-Disciplinarias. 

Aprendiendo de las reaccionarias y torpes enunciaciones de rabias cooptadas por gritos colectivos, sostengo que no hay mayor diferencia partidista y que el problema no son unos simples países o conjuntos internacionales. Claro,  hay cristalizaciones de poder concentradas hoy día en instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, y en la capacidad de capitales financieros y bursátiles desterritorializados con amplio respaldo de sistemas “legales” y político-militares globales e interestatales; pero son sólo una arista de las inextricables y complejas redes de poder de las que formamos parte. La colonialidad somos nosotros. Hasta que  nos ocupemos de desenredar cómo opera, empleándonos como relevos al conducirnos-seducirnos a movernos dentro de jerárquicos referentes históricos de índole étnica, lingüística, epistémica, sexual, de clase, de género que, entre asesinatos, apropiaciones, violaciones, conquistas y horrores, comenzaron a formarse desde hace 500 años mediante la crucial apertura del circuito Atlántico. 

Comencemos en el incesante y arduo ejercicio de la singuralidad, diría el psicoanálisis ―no menos eurocentrado que el referido, en anteriores registros, materialismo histórico―, pero podríamos ampliar proponiendo la escucha y la seria y comprometida ponderación de las voces, corporalidades y sentires, que en armoniosa co-existencia de múltiples nosotros, se juegan las vidas, las respiraciones, el pellejo en defensa de los lugares que han sido habitados desde mucho antes de tan ‘avanzados’ y amañados movimientos mundiales. Sin estos fundamentales y dinámicos ejercicios de des-aprendizaje, nuestros posicionamientos de ejercicio ético-político no tendrán cuerpos o acciones para desplegar, por tanto sería determinante dar cuenta,  diría Hall, «que hay otros lenguajes que los lenguajes del amo»  y «hay otras áreas geográficas con distintas memorias y necesidades». Asumir la interminable tarea de comenzar a construirnos en tanto nuevas mujeres y nuevos hombres en esta enviciante y absorbente era globalizada, donde uno de los mayores peligros es en-carnado por los no-sentidos que nosotros mismos adoptemos en la inercia mercadotécnica en tanto propios, en cuanto permitamos o impidamos el último asiento o eslabón del poder: su in-corporación, su en-carnación.  

De esta forma, el mayor motivo de retroalimentación es jugarse comprometidamente en estos lugares y ritmos en los que nos desenvolvemos en la coetaneidad espacio-temporal con otras realidades, para incrustar el poder político de sus formas de vida. Ese compromiso no se adquiere retóricamente, a la manera de “la política” que hoy día se hace en estas y otras muchas latitudes. Se hace con las historias, no sólo desde la linealidad que presenta la dialéctica materialista, sino la de diversos nosotros que en la zona andina, en las comunidades zapatistas, en Cherán, en Wirikuta y tantas otras comunales geografías, se trazan día a día en los a priori históricos localizados de los que podríamos ocuparnos de aprender. De ahí, la meta fundamental de aprender que no es necesario intentar trasladarse a otros locus de enunciación ―los autorizados por el sistema interrelacionado de UNI-versidades fundado en el “yo pienso luego existo”―, para avalarse epistémicamente. Este es otro engaño-trampa en el que “vivimos”. En la horizontalidad epistémica de las geopolíticas y corpo-políticas de los saberes, habría lugar para abrir contrastes críticos, en la medida que se amplié el habla-práctica desde nuestros lugares de enunciación; pero hay que corroer esas condiciones sine qua non para hacer brotar, con toda su potencia histórica, las discontinuidades y heterogeneidades étnico-culturales, socio-históricas y ético-políticas que están siendo en digna coetaneidad silenciada. 

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