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Y La Policía musical


No es nada fácil escribir sobre la curiosa dupla del mes. Inmediatamente surge la  irónica contraposición de las palabras: por un lado la policía, un cuerpo propio de cada sociedad que intenta refrenar su propia naturaleza y abolir a todo aquel ser que juegue bajo sus propias reglas; la música, por su lado, con la icónica figura del frontman, del rockstar de existencia fugaz que acapara la atención y es objeto de la envidia de todo ser “socialmente aceptable”. 

Hablar de las interminables rencillas entre la policía y la música es anacrónico e interminable, siempre habrá un Morrison para un New Haven, Conneticut, un Hendrix esposado y arrastrado por el aeropuerto de Toronto por posesión de drogas; un psicótico, un loco, un ebrio, un agresivo, un ser despojado de todo sentido de realidad para cualquier constructo de la sociedad.

Hasta aquí todo parece en orden, la música en principio debe ser un movimiento libre sin una “policía musical” que dicte lo socialmente aceptable o controle los contenidos, pero basta adentrarse en cualquier bar contemporáneo,  usualmente superpoblado de “wannabe’s” pubertos, para darse cuenta de la necesidad de intentar una fusión eficaz de esta contradicción policía/música.

Durante varias generaciones de revolución musical nacieron grandes exponentes y géneros forjados en  la lucha contra el sistema, que por un momento parecieron funcionar guiándonos a la utopía melódica. Sin embargo, después de esa lucha ¿cómo fue que terminamos aquí?

Sin una policía musical, sin ese control de calidad, estamos invadidos por generaciones completamente marchitas y perdidas; estamos atestados de grupos plásticos (no sólo a nivel nacional, donde en realidad la propuesta musical siempre ha sido escasa, sino también a nivel mundial), de fenómenos como Justin Bieber o de  grupos que calca tras calca conforman la mayor vergüenza del siglo XXI: el reggaetón. Triste que movimientos tan libres como el grunge y punk acabaran en tan aberrante libertinaje.

Como todo en la vida se trata de equilibrio, la anarquía total demostró no ser la respuesta (al igual que el totalitarismo). La verdad es increíblemente complicado y altamente imposible que la policía musical llegara a existir y mantuviese satisfecho a la mayoría de los music-junkies, pero es una idea que vale la pena masticar unos segundos.

Curioso dato, sólo tengo dos canciones con la palabra “police” en mi biblioteca musical:
Radiohead – Karma police
Metric – The police and the private




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