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La máquina

Pararse justo en la mitad de la calle sin pavimentar Del Perón y mirar hacia el sur se siente como estar al borde de un precipicio. El desierto es un mar interminable que se extiende prácticamente desde el borde de la colonia Lomas de Poleo en Ciudad Juárez hasta Chihuahua. En medio de todo parece que no hay nada, pero más bien hay demasiado, empezando con alambre de púas e injusticia.

Casi ninguna de las poquísimas casas pasa de los dos pisos aquí y las calles parecen estirarse hasta el infinito; si uno voltea a la derecha o a la izquierda sólo se ve tierra, arbustos y algún que otro árbol castigado por el sol. Dije calles, pero éstas son prácticamente imaginarias, uno se encuentra asfalto (y más habitantes) hasta Puerto de Anapra, la mano del dedo estirado que parece ser Lomas de Poleo.

Hace 30 años que los escasos habitantes llegaron a éstas tierras inhóspitas como a un oasis, huyendo de la pobreza, la violencia y el abandono total de su gobierno. Levantaron como pudieron sus casas y trataron de empezar una nueva vida que nunca pudo realmente ser ajena a los militares, policías, cárteles, ladrones y asesinos que frecuentemente usan sus calles como zona de combate y fosa común para contras, sicarios y jóvenes salvajemente violadas y asesinadas. Aquí está uno de los infiernos donde opera la máquina que Arendt y Primo Levi describieron, aquella que disuelve a personas (¡Seres humanos!) en unidades de sentido común (cuerpos rotos, desarticulados) transformados por el trabajo de la violencia en entidades universales (encobijados, encajuelados, muertas de Juárez) desprovistas de identidad propia.

Hoy en día, en casi todo el país existe miedo. Una gran parte se debe a que la violencia se deslocaliza, opera de forma fantasmagórica, silenciosa y eficazmente. "Su dominio deriva de ocupar un espacio insimbolizable (en sentido freudiano) que apela y despierta las más profundas fisuras entre lo que concebimos como real y los temores que se dislocan. La imposibilidad de la simbolización trabaja en el imaginario, en la obturación de cualquier posibilidad de significación. La máquina narco es ubicua, elusiva y permanece ahí, por más que aparezcan y sean momentáneamente sometidos sus criados" (Rossana Reguillo).

Pues bien, en Lomas de Poleo no funcionan precisamente así las cosas, aquí el miedo y la violencia son incesantes, están encerrados junto con los habitantes, rodeados por alambre de púas y guardias; hasta tienen nombre y apellidos: Jorge y Pedro Fuentes Zaragoza.

Los Fuentes Zaragoza pertenecen a una de las familias más ricas no de México, sino del mundo. Tienen un emporio multinacional de gas licuado, empresas lecheras, hoteles y desarrollos inmobiliarios; uno de éstos últimos fue el que los llevó a entablar un litigio en los terrenos de Lomas de Poleo. Los hermanos Fuentes Zaragoza convenientemente "descubrieron" que los miserables terrenos que nadie quería, más que los más pobres, habían sido adquiridos por su padre en 1963, justo `espués de enterarse que por ahí pasará la carretera que unirá a Juárez con la nueva ciudad maquiladora San Jerónimo-Santa Teresa, un enorme proyecto privado a ambos lados de la frontera.

¿Pero a quién le interesan 25 familias aterrorizadas a más no poder? Los Fuentes Zaragoza no tenían tiempo de esperar a que la "justicia" resolviera el asunto, así que de un día para otro convirtieron a Lomas de Poleo en un campo de concentración que haría sentir orgulloso a Heinrich Himmler: Guardias armados, pandilleros y ladrones para intimidar, bulldozers que destruyen las casas que están solas, aislamiento total, funcionarios, policía y ejército cómplices, además de un largo etcétera. Con tal nivel de impunidad lo que sorprende es que no hayan decidido simplemente alinear y fusilar a todos los colonos.

Uno se pregunta ¿Por qué alguien querría vivir aquí o por qué seguiría viviendo aquí? ¿El miedo y la violencia no son suficientes como para provocar un éxodo masivo? La respuesta es de un estoicismo escalofriante, pero típica del temple Chihuahuense: "No nos vamos a dejar. No lo vamos a permitir". Me pregunto, no con poca preocupación, si estamos por presenciar la reacción de seres humanos que han sido presionados, acorralados, abusados e ignorados por demasiado tiempo, con demasiada saña.

Cerca de Lomas de Poleo, en Puerto de Anapra el frío viento de Chihuahua parece reclamar su territorio, llenando siempre de tierra los escasos caminos pavimentados y rebotando en las montañas y cerros, que hoy son mustios testigos de la brutalidad que soportan los Juarenses a tan sólo algunos cientos de metros de un pueblecillo llamado Sunland Park que bien podría estar en otro planeta, casi como cualquier colonia de México comparada con una de Estados Unidos, pero en especial con una colonia marginal en Ciudad Juárez. ¿Alguien allí se preguntará si ellos siguen?

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