Nos mudamos:

www.ylosrinocerontesbostezan.com

El sopor somnoliento de la displicencia


Escribo sin que me importe equivocarme (o casi). Escribo imaginándome niño, recargado sobre una mesa de madera, la mejilla sobre el antebrazo izquierdo, el lápiz en la derecha, el rostro casi sobre el papel, esa postura en la que el tedio y la concentración se confunden y que, en la infancia, en mi infancia, no es sino expresión del goce sentido ya entonces por la soledad y el aislamiento, por el vagabundeo ocioso, paralelo y transversal, 
Escribo pensando en la 
Escribo a saltos, enamorado como estoy de
(Escribo, ahora, forzándome a terminar lo que pienso antes de terminar de escribir lo que escribo)
paralelo y transversal por las regiones
(¿por qué escribir solo en una dirección cuando el pensamiento es multiplicidad inquieta que no termina las frases, que parece un ratón de laboratorio en laberinto de cartón 
que por momentos es alguien que ha llegado a un precipicio y por otros es un ratón de laboratorio en laberinto de cartón
que no borra ni corrige
que no cierra paréntesis
(que, sí, huye ante un paréntesis sin cerrar)

escribo, siempre, imaginándome niño

escribo mientras veo en el fondo de mi pensamiento un niño garabateando interminablemente sobre interminables hojas de papel, quizá en el consultorio de un dentista, 

escribo pensando en cervantes y en Proust y en Elizondo, escribo abandonándome a esa otra forma de la obediencia que es la resignación ante el azar, el abandono nihilista de que en última instancia nada importan las comas bien o mal puestas, faltantes o excesivas, el jaque mate estética y geométricamente perfecto que acabo de consumar contra un software elemental, 

escribo sin ninguna gana de terminar nada, tampoco de ir a dormir
escriboextrañán
no, sinceramente: no; a estas alturas me importa más la coronación de un peón enemigo que hacerte parte de esto

escribo bajo el sopor somnoliento de la displicencia ―algo que, quizá, debería hacer con más frecuencia

0 comentarios:

Publicar un comentario